Matar elefantes
Esta es básicamente la representación gráfica de un mexicanísimo albur. El mérito de quien esto escribe (y aquello dibuja) consiste en retomar la imagen surrealista e incorporarla con vaselina a la serie de Deportes Extremos de Buba.
Yo, que nací en un barrio pobre donde la gente es muy ley (donde los niños se vuelven hombres antes de los 16), tuve que aprender a lidiar con los albures y la carrilla propia de esos estratos (¿o detritos?) sociales como una forma de supervivencia. El albur era una asignatura académica no escrita en los planes de estudios, pero de enorme, babeante y penetrante importancia.
Aunque la inmensa mayoría de los albures suelen ser violentos (sexualmente violentos, que es peor), sexistas (of course), homofóbicos a la vez que veladamente homosexuales, misóginos y grotescos; otros -los menos- esconden por aquí y por allá verdaderas joyas en el manejo del lenguaje, un potencial creativo (aunque monotemático) del que carece el habla cotidiana y una capacidad sorprendente para crear layers paralelos de comunicación verbal complejamente intercomunicados. Con el albur, el verbo se vuelve pene.
Antoine de Saint-Exupéry decía que lo esencial es invisible para los ojos, yo le compongo y afirmo rotundamente que el albur es invisible para los oídos, pero enormemente doloroso para el entresijo.