Hermenéutica de la vida
Compañeras, compañeros, herejes del ciberfetichismo:
Como ustedes bien saben, el objetivo principal de estas tiras es transformar en banal todo lo banalizable, particularmente aquellos aspectos trascendentales e incluso sublimes que nos salen al paso mientras ejercemos este extraño oficio de encontrarle sentido a la vida y chiches a las lombrices.
Voy a relatar una anécdota que he contado cualquier cantidad de veces y de manera tan distinta que pareciera estoy contando otra historia. Hará unos veinte años que, en plena charla de café, mi camarada y mentor Víctor del Real soltó una frase enigmática que memoricé al instante y guardé en mi apartado mental de cosas ininteligibles:
-La vida nos habla todo el tiempo, mi Pepe, nomás hay que saber entender lo que nos dice.
Esa frase -quizás por la manera tan grave con que el Vic la pronunció- resultó a la postre una suerte de tarea de vida; un enigma que aprendí a rumiar durante los años siguientes, como esos chicles que uno pega discretamente debajo de la mesa para que recuperen sabor y puedan ser masticados de tanto en tanto.
Fin del flashback y de vuelta al 2016. En una reciente charla cafetalera -mientras hablaba con mi camarada y amigo sobre el extraño oficio de encontrar sentido al sinsentido-, le pregunté por aquella sentencia que, pese a mis esfuerzos intelectuales nunca supe si entendí a cabalidad:
-Oyes, mi Vic -le dije con mi florido manejo del lenguaje- es de que una vez me dijistes una frase que decía de tal y cual manera y desde entonces me quedé con la duda… ¿Exactamente a qué te referías? ¿hablabas de forma estrictamente metafórica? ¿Cómo manifiesta La Vida su sabiduría ante nosotros, y en qué términos? ¿Tiene algo qué ver con el “acuerdo de las cosas” de Juan Matus y Castaneda? ¿La lectura de esos signos es puramente intelectual? ¿Esa frase implica la posibilidad de establecer un diálogo con la vida?
El Vic se quedó quieto y miró fijamente su taza, como si estuviera jugando Tetris y las piezas fueran sus propios pensamientos. Después de unos segundos me miró, extrañado.
-¿Yo dije eso? No, mi Pepe. No recuerdo haber dicho nunca algo así.
Y continuó hablando de geopolítica y del poder del lobby judío en la dominación del orbe.
R. Pool
Entonces, ¿la frase nunca valió nada o el curso de la vida nos cambia el pensamiento espiritual a base de cinceladas capitalistas?
José Quintero
Más bien es la edad. Después de los cuarenta se olvida muy fácil lo que se dice. Como que se va llenando el disco duro y hay que tirar información de vez en cuando.