Dibujante premoderno y neobarroco.
Dibujar a Buba está en mi naturaleza. Nada hay que resulte tan propio, tan legítimamente mío como el hecho de articular dibujos, versos y humor para amalgamarlos con ese estoico personaje de grácil carita y sentimientos abismales. Nada hay que revele tanto mi más profundo yo y que sea, a la vez, tan remotamente distinto a mi. Buba es noble, fuerte y amorosa; yo soy todo lo contrario.
Sus virtudes terapéuticas son enormes; Me permite establecer un diálogo interno que soy incapaz de plantearme de otra manera. Buba sabe entenderse muy bien con mi inconsciente berrinchudo, violento e infantil (al fin niños) y drenar creativamente toda la pus emocional que rodea peligrosamente las paredes de mi corazón. No han sido pocas las veces que, recién terminada una historieta, soy el primero en sorprenderse del resultado y exclamar para mis adentros: “¿Y esto de dónde salió?”.
El universo gráfico de Buba está, según me parece, a la altura de su abanico emocional. Disfruto mucho al dibujarla y me siento impelido a mostrar lo mejor de mi repertorio técnico en la elaboración de cada historieta o ilustración. Con ella pasa lo que con las flores: debajo de su aparente sencillez se oculta una enorme complejidad (al fin flor de adrenalina).
He dibujado estos cómix desde los diecisiete y espero seguir dibujándolos 55 años más porque (no sé si se los había dicho) espero vivir hasta los 100 y sobre todo porque (tampoco recuerdo si lo dije ya) dibujar a Buba está en mi naturaleza.
